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miércoles, 9 de diciembre de 2009

LETICIA GARCIA


ANA MAZA MOLTÓ

época de exámenes, época de dolor

Como muchos de los lectores sois estudiantes, o lo habéis sido alguna vez que otra. O lo habéis hecho ver. Supongo que sabréis en que consistirá esto de tener exámenes y tener que estudiar. Yo ahora mismo, puedo decir que por suerte estoy de vacaciones, y no tengo que hincar los codos. Bueno, hinco los codos, pero no para los exámenes. Ya me entendéis. Así que ahora estoy en condiciones de hablar de lo que están sufriendo otras personas debido a sus pruebas de aptitudes en las univesidades.


El problema más grande a la hora de afrontar los exámenes no son los exámenes, sino las pocas ganas que hay de estudiar. Lo primero que hay que hacer es reconocerlo. No quieres estudiar. Pero sabes que has de hacerlo, es como cuando escuchas una canción de Bustamante, no quieres cantarla, pero lo haces. Por cierto, una duda que tengo yo sobre las fans de Bustamante y cantantes de ese estilo: ¿Por qué muchas (o muchos) se las dan de listas (o listos) cuando dicen que la canción single (o singla) del cantante en cuestión no es la mejor del disco y dan de ejemplo otra? ¡Ni que las otras fueran buenas!


En fin, después de soltar esta duda, seguiré con los exámenes. Como véis, hasta en los posts hablando de exámenes te despistas y hablas de otra cosa. ¿Por qué? Porque eres incapaz de poner los cinco sentidos sobre los apuntes. Las letras se juntan, la mirada se pierde, te pones a cantar incomprensiblemente canciones de reggaeton. Se apodera de ti el espíritu de la juerga y empiezas a tener ideas sobre cosas a hacer que no tienes nunca.


Porque a ver, ¿a cual de nuestros queridos lectores se le ha ocurrido alguna vez hacer limpieza general de la habitación en una época que no sea la de exámenes? ¿Eh? ¿A quién? ¡Seguro que a nadie! Esas cosas se te ocurren cuando estás estudiando y cuando acabas exámenes ¡ni se te ocurre arreglar la habitación! Por no hablar de ordenar las revistas o de salir de paseo a ver las vistas. Cualquier cosa es válida para no estudiar.


Te entran unas ganas irrefrenables de ir al cine, con lo caro que está, a ver si se te ocurre en otra época del año... De escuchar música... Y también, por qué no decirlo... De fornicar como un mono en celo. Si no, amigas mías, y no hablo por mí, hablo por los demás hombres, que cuando le preguntas, ¿y tú cuando no tienes ganas de estudiar qué haces? "Pues me hago..." Bueno, como estamos en horario infantil me niego a comentar este tipo de frases.


Lo peor de todo, amigos lectores, es cuando te das cuenta de la realidad, y ves que no hay manera de ponerte a estudiar. Así que ¿qué haces? Pues llamas a un compañero o compañera, estudiante o estudianta, que quiera ayudarte en esta árdua tarea que es la de empollar. Por cierto, que palabra más fea. Empollar. Le pega más decirla a Rocco. En fin, que me voy por las ramas, ¿véis? Es imposible concentrarse en exámenes. A lo que iba, que llamas a tus compañeros y os vais a estudiar juntos. ¿A dónde? A la biblioteca.


Ese lugar infernal, en el que no hay gente, no. Hay chaquetas y apuntes. Pero gente no. ¿Dónde está la gente de la biblioteca? ¿Van a las 8 de la mañana, dejan la chaqueta y se van? ¿No pasan frío? Luego se quejarán si les roban algo. Merecido lo tienen. Así que una de dos, o no hay sitio para sentarse, en cuyo caso podéis optar por desperdigaros y estudiar cada uno en una esquina de mesa distinta. O bien, si tenéis suerte os sentáis juntos y os ponéis a estudiar.


¿Se estudia algo cuando se va con alguien a la biblioteca? Nooo. ¿Dónde se ha visto? ¿Estudiar en la biblioteca? Eso no se lleva. En la biblioteca o bien se miran las féminas si eres hombre o lesbiana, o bien se miran los hombres si eres mujer o gay. Estoy hoy de una corrección política que me caigo. O bien te lias a hablar del tema más tonto. Así que lo que es estudiar, pues no estudias una mierda. Y luego llegas al examen, pues como llegan todos, nerviosos y acojonados.


Pero de los exámenes ya hablaré otro dia...



ANA MAZA MOLTÓ


ana ramos pascual
ANA RAMOS PASCUAL

Carta de un niño con sindrome de down

Pocos niños con síndrome de Down

Hace unos meses -tomo el dato de Javier Láinez-, una alta personalidad de la sanidad española, presumía de que en España se había reducido en un 95% los niños con síndrome de Down. ¿Y esta reducción es una buena o una mala noticia? Pues a mi entender es válida la respuesta del gallego: depende. Me explicaré. Si esta reducción del síndrome fuese debida a que por los adelantos de la ciencia médica se curase el síndrome de Down, pues sería una noticia felicísima; pero si es porque se le ha dado matarile al niño en el vientre de su madre, pues me parece tristísimo.
La periodista navarra Mariló Montero, esposa de Carlos Herrera, da unos datos que toma de una fuente fiable: los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto y que señalan 15 síntomas psicológicos que siguen al aborto. Mariló Montero destaca los a su juicio más importantes: angustia, sentimiento de culpabilidad, terrores nocturnos, depresión. No nos equivocaremos si a estos trastornos añadimos los corporales de opresión, taquicardia, escalofríos, etcétera.
Y sobre el eufemismo de llamar interrupción voluntaria del embarazo al aborto, Julián Marías hacía un símil gracioso: es como si a un ahorcado le dijéramos que le hacemos la interrupción voluntaria de la respiración.
No quisiera cerrar estas líneas sin aportar una vivencia personal. Hace unos años, me encontré con un amigo que iba paseando a una nieta de dos años con síndrome de Down. Me aseguró mi amigo que quería más a su nieta que lo que quería a sus hijos. Se lo creí. Nada se echaba al bolsillo mintiéndome. Creo que a los niños con síndrome de Down habría que llamarlos niños del doble amor.